lunes, 26 de mayo de 2014

Yo, un autor vivo.


Entro en la librería y de pronto oigo: -¡Míralo! ¡Ahí está! ¡Ese es!
Se refieren a mí.  Las personas que hay en el interior nos observan sonrientes, a mí y a una niña sentada en el mostrador y sujeta por su madre. Se llama Irene, estudia tercero de primaria y me mira con ojos atónitos.
Había venido con su mamá a comprar mi libro para hacerle un regalo a su papá. La librera les comentó que yo estaba de camino hacia la librería y si se esperaban podría dedicárselo. Irene se empeñó en esperarme, quería conocer un autor vivo. Así lo expresó.

Me observó atenta mientras le dedicaba el libro a su papá con un dibujo coloreado con lapices y encantada me confesó que de mayor ella también quería ser una autora viva.     
Fue un ratito mágico tanto para Irene como para mí.
Si de aquí a unos años, Irene, se dedica a hacer libros, me encantará ir con mi gayato y mi boina  a que me dedique su obra.

Cuando vuelvo a casa sigo con lo que estaba, dibujando la historia, cosiendo pequeños trozos de tiempo con la punta del lápiz.

Lo que me he propuesto es hacer una historia durante tres años, que es como hacer un máster...
El primer año fui un novato, lleno de entusiasmo y excesos, pero observándome aprendí de mí mismo durante doce meses.
En este segundo año estoy más seguro de lo que hago, es más fácil progresar sobre lo ya construido. Ahora admito variaciones gráficas o narrativas que surgen del hecho de estar todos los dias dibujando.
Me pregunto como será el tercer año del máster y lo espero con ilusión.
Sé que cuando acabe el tercer libro tendré una obra larga, que empezó con un aspecto y una intención pero que ha ido creciendo, cambiando como cualquier ser vivo, como cualquier autor vivo.