jueves, 27 de marzo de 2014

La documentación.


Después de "Un médico novato" estamos ya dibujando la segunda parte de la historia que, por ahora, se llama "Atrapado en Belchite".

Son páginas menos agobiantes que las de la prisión militar que vimos en “Un médico novato”.  Son páginas con horizontes más amplios.

Ya fuera de la prisión, Pablo ha sido destinado al frente sur de Zaragoza, justo en el momento de la gran ofensiva republicana sobre la capital aragonesa. Gran parte del contenido de este libro sucede durante el asedio que sufrió Belchite en el verano de 1937.

Aunque he estado en el pueblo viejo de Belchite en varias ocasiones... he vuelto este año y gracias a Juan Carlos Salavera y a Jaime Cinca, que me acompañaron y sirvieron de guía,  he logrado concretar mucho mejor los escenarios que Pablo Uriel dejó descritos en sus recuerdos.


“La novia del viento”, así llaman a este monte que veis en la foto. Es un monte pelado, casi calvo, poblado de  hierbajos resistentes a un aire constante e implacable. Un monte que requiere un empinado ascenso y que se desgrana en granos de piedra y cicatrices secas. Allí arriba, aún se conservan restos evidentes de las posiciones y las trincheras que habitó Pablo junto a las tropas franquistas, en 1937. Allí encontramos peines de balas, botones metálicos, trozos de metralla y muchas latas de sardinas.



Hay algo especial cuando conoces un lugar tantas veces supuesto o imaginado. Lo siento, lo comprendo mejor y puedo imaginar lo que pudo ocurrir hace 77 años en este lugar.

A la hora de expresar con dibujos la acción de la historia, estas sensaciones vividas impregnan de sinceridad y verosimilitud las escenas. O eso me parece a mí.


En arte hablamos a menudo de iconicidad. La iconicidad o analogía es la semejanza entre una imagen y su referente. Una imagen más icónica quiere decir más análoga, más cercana al modelo. La falta de iconicidad es la abstracción, o sea el deseo de no representar nada que pueda hacer referencia a un modelo.

En una simplificada escala de iconicidad, de más a menos podríamos hablar de:
Una representación en tres dimensiones del modelo como lo más icónico. Seguido de una foto color del modelo. Un dibujo “realista”. Un dibujo sintético. Una representación figurativa no realista (cubista, por ejemplo). Un pictograma que busca la mínima referencia a la realidad. O la representación no figurativa (el abstracto), como lo menos icónico.

Cada temperamento artístico se sitúa cerca de uno u otro de estos escalones.

A mí me gusta sugerir referencias de la realidad porque me apetece un cierto grado de verosimilitud en mis historias. Pero mis referencias a lo real siempre son unas referencias sintéticas.


Quiero decir que quizás, los primeros acercamientos al modelo son más realistas, más concretos, porque uso un dibujo analítico, estoy analizando, midiendo la realidad y entendiendo su forma. Pero a continuación someto estas imágenes a un proceso de síntesis, de simplificación representativa hasta lograr que un rostro sean cuatro trazos negros sobre un papel blanco. Uso un nivel de síntesis similar cuando represento un coche o un paisaje y al final, todos estos dibujos yuxtapuestos van creando un mundo gráfico, representativo y comprensible que se va explicando a si mismo. Son esos momentos mágicos en los que te sorprendes a ti mismo y te encanta dibujar.